28 de octubre de 2008

Santiago, mon amour!

Boomp3.com


- Podríamos hacer una película como Amelie pero en Santiago, que Santiago se vea como una ciudad hermosa

- sí, mostraríamos sólo los lugares bonitos, el Forestal, los cafés, el barrio Lastarria

- y el San Cristóbal, obvio

- y el parque de las esculturas!

- ahí me pidieron pololeo una vez, no querrás mostrarlo

- es cierto

- El barrio Concha y Toro, gran valor

- Tenemos que poner Interpol en la banda sonora

- se verá como una ciudad muy depresiva

- Santiago es depresivo

- pero Amelie no lo es, estás desvirtuando nuestra idea

- tienes razón…

- siempre tengo razón

-¿My bloody...?

- me parece...

- pero ¿de qué se va a tratar?

- no sé, pero lo importantes es que Santiago se vea lindo

- Santiago, mon amour

- podríamos hacer una escena en la Pasarela Huérfanos

- cuando esté lloviendo, más romántico

- nunca he estado allí con lluvia

- vamos ahora?

- vamos!

- tenemos que mostrar los edificios de Kulcewski

- sí, y el Biógrafo

- …el Bellas Artes

- yo hago el guión y tú la diriges

- bueno, bonita, pero yo le pongo el nombre

- ¿y cómo se va a llamar?

- ¿cómo crees tú?

- Santiago, mon amour

- por eso me gustas

- ¿porque sé lo que piensas?

- porque te gusta Santiago


Para bajar:

Sometimes, My Bloody Valentine (Lost in translation soundtrack)

26 de octubre de 2008

Decir

Boomp3.com

Te amo. No es tan difícil decirlo como parece. No, no me cuesta, me duele un poco quizás. A veces oigo mi propia voz diciéndolo y creo que se me aprietan los músculos del estómago, pero puedo soportarlo. Puedo soportar muchas cosas, puedo llegar a ser fuerte, me he caído tantas veces que ya no duele lo mismo, ya no surte el mismo efecto de antes. Pienso en esas palabras –prohibidas, muchas veces- y me acuerdo de tantas cosas. Me veo como en una película, como Mouling Rouge -me gusta imaginar que ese tipo de amores existen- tomándome las cosas tan precipitadamente, gritando lo que yo quiera gritar, me veo caminando sola por la calle mojada de mi antiguo barrio –el invierno acude todas las noches a mi lado- buscando un teléfono público para llamarte y decirte lo que preferirías no oír y lo que yo preferiría no decir –ni sentir- lo inevitable para mí quizás, después de los días en los que te he extrañado tanto. Te diría que mato por acariciarte el pelo, por tenerte durmiendo en mis brazos como un niño, por hacer las mismas cosas estúpidas que hacíamos para gastar el tiempo desmedidamente.


Sí. Definitivamente duele, pero definitivamente podría decirlo mil veces antes de dejar de creerlo. Antes de empezar a lamentarlo.


Para bajar:

Hello it's Me, Todd Rundgren (Virgin suicides soundtrack)


23 de octubre de 2008

Colapso


Soy un ser fácilmente colapsable. Un ratón de laboratorio. Estresado con la simple idea de pararse frente a un laberinto de tubos. Llega un momento en que mi cerebro ya no funciona, nada le parece motivador ni interesante y entonces caigo en el irremediable colapso, en el irreflexivo espacio entre el sueño y el estudio. Si fuera un loro, sería de esos que se sacan las plumas con el pico y se quedan pelados de puro estrés.

Empezando porque los paper en inglés para la tesis me parecen repetitivos y poco relevantes –sin mencionar que ya no soporto usar el Google traductor un minuto más-, no tengo días libres en la semana y paso con dolores de estómago, haciendo dietas que me duran menos de un día y caigo en la tentación de las “chanchedades” alimenticias de pura ansiedad, mientras intento cultivar infructíferamente una vida culta de lecturas científicas cuando lo único que de verdad me gusta leer es ese libro de cuentos de un autor que nadie conoce, que me costó tres gambas en la feria del libro y cuyo peso intelectual es nulo y entonces me viene a ratos el odio académico –común en estas fechas y estos tiempos- y me imagino una vida haciendo ropa, cosiendo en la máquina de coser, lejos de la enología y los paper en inglés. Todo sería maravilloso.

Hoy, mientras cosía en la máquina del instituto – sí, pagué un instituto para aprender a hacer mi ropa, en un desesperado intento por alejarme de la agronomía- pensaba en cómo sería todo si me dedicara a eso. Si me decidiera a llevar una vida sencilla con las cosas triviales que me gustan. Pasar un día haciendo una prenda, una tarde leyendo un libro, viendo una película, yendo al gimnasio, jugando FEAR, escribiendo un cuento. Cómo sería mi vida si mandara todo al carajo. Pronto me aburriría, lo más probable. Me sentiría vacía quizás. Pero cómo me gusta soñar esa vida, cómo me gusta vivirla a ratos.

Mientras tanto me estreso. Mientras, sigo adelante, porque no hay otro camino, porque ya estoy cerca, porque no puedo devolverme. Y cuando es de madrugada y las traducciones de paper sobre compuestos fenólicos me colman, y mi cerebro se muere y mi colon se manifiesta –no entraré en detalles al respecto- y el sueño me atonta y las preocupaciones se me vienen encima y la pena y los problemas sentimentales –uno siempre tiene uno recurrente a la hora del estudio- y las ganas de dormir 300 horas seguidas y de haber estudiado algo más liviano y cuando todo ese agobio estudiantil de fin de semestre se hace presente cual estatua incólume frente a tus cuadernos de estudio, es cuando el colapso se hace innegable y sólo quiero enterrarme en mi cama y no saber de nada más nunca más.

Un poco de misericordia, es todo lo que pido. Sólo un poco.

10 de septiembre de 2008

Malditos hacker!!



Después de tener un novio hacker, uno ya no se siente segura en nada de lo que escribas, aunque inventes las contraseñas más rebuscadas y largas del planeta. Da lo mismo escribir en la privacidad del Word de tu notebook –con contraseña y todo- o hacerlo abiertamente por Blogger. Las posibilidades de ser leída son las mismas. Y una que no puede contenerse, que necesita contar todo lo que pasa en su vida a una blanca y plácida página de Word, está condenada. O te descubren, o te descubren igual.

Y aquí estoy, escribiendo, creyendo que todo lo que estoy diciendo él lo sabrá. Que estoy comunicándome indirectamente con él –aunque realmente no exista tal comunicación entre nosotros- saboreando, inventando y hasta fantaseando que por una de esas increíblemente prodigiosas cualidades del destino, él podrá entenderme. Pero no le pidamos peras al olmo, es sólo un hombre.

No deberían existir los hacker, o no deberían dejarlos tener novias. Son lo peor. Deberían encerrarlos a todos en una isla para que se espíen entre ellos mismos y dejen a la gente normal creer que pueden guardar sus secretos en sus computadores y sus archivos Word. La vida sería más bella. Y la mía por cierto, mucho más apacible.

(Ojala tuvieran la tecla suprimir en la cabeza!!)

14 de julio de 2008

Te lo dije



Déjame decirte por favor que te lo advertí. Que por mucho tiempo fuiste la única persona que no lo notó. Te lo dije. Lamento tener que decirte que todo lo que creíste era una mentira, un montaje, el disfraz de lo que quisiste ver, lo que quisiste creer. No hubo nada cierto en ello y tú sigues creyendo que hay algo de verdad? No lo conociste, lo que te mostró no era cierto, no hay nada de raro en eso, pasa todo el tiempo, sólo que tú no quieres darte cuenta. Todo te lo imaginaste, después de tanto tiempo aún no te das cuenta que la vida es así, que sólo era un desconocido, el personaje misterioso que nunca reveló su identidad en una mala película clase B. Creaste una historia que nadie más que tú creyó, todo un argumento para respaldar lo que sentías, lo que iba haciéndose más grande que tú, hasta que fuiste innecesaria en tu propia historia y entonces te desechaste, te hiciste vieja e inservible. Nadie es irreemplazable, recuérdalo. Menos tú en esa historia absurda que sólo tú seguiste.

Así que date cuenta, abre los ojos, mírate, tú dejaste que llegara hasta aquí, ya no sufras, jamás existió, todo te lo inventaste tú en tu afán de encontrar lo que siempre quisiste, en tu estúpida idea de que todo estaba allí a tu lado, tomándote de la mano y diciéndote lo que querías oír, como si hubiera un corazón que sintiera eso allí dentro, como si después de tanto te tocara el turno de ser feliz. Sacaste un número demasiado alto cariño, tu turno nunca va a llegar. Date cuenta de una vez y no vuelvas a creer nunca. Nunca.

4 de julio de 2008

El fin



Por alguna razón que desconozco, sabíamos que iba a explotar. Que los muros, los hierros fundidos y el vidrio se nos vendrían encima. Lo sabíamos porque de alguna forma era predecible. La gente decía que esas cosas eran predecibles. Yo no lo creí, yo pensaba que esas cosas no podrían pasar en una ciudad como ésta, en una vida como ésta, cuando las cosas impensables no pasan, y yo no creí porque él era un desconocido y uno nunca le cree a los desconocidos. Uno siempre cree que la gente miente y que dirán mentiras para impresionarte –lo que siempre pasa-, pero él no mentía. ¿Existe alguien que no mienta? No sé, pero él no mentía cuando me dijo que corriera de allí, que todo se iba a derrumbar y que nada sería como lo conocía hasta entonces. Me divirtió su forma exagerada de ver las cosas y le pregunté su nombre. Iván, dijo, y yo me aprendí su nombre mientras caminábamos sobre los adoquines con paso apurado, yo me reía de él, él se reía de mi incredulidad. Me tomó del brazo y me dijo que teníamos que apurarnos. Se llamaba Iván como el niño de la película rusa, me compró cabritas en una esquina y nos paramos un rato. Yo me echaba unas cabritas a la boca cuando estalló. Había humo y cenizas en el aire. Habían gritos de la gente que corría sin sentido, yo no podía creer lo que estaba viendo. Te dije que explotaría repitió. Yo miraba la nube crecer sobre la ciudad, sobre nuestras cabezas, miré a mi alrededor el Apocalipsis despertando entre los escombros, en las caras de la gente, en el cielo oscuro surcado por el fuego. Me aferré al brazo de Iván como si fuera lo último real que iba quedando. Si tú esperas yo esperaré dije, si tú corres yo correré. Rocas calientes iban golpeando el cemento de las calles, Iván me tomó de la mano y antes que el abrazo ceniciento del fin nos alcanzara nos pusimos a correr.

24 de mayo de 2008

Escena Final




Santiago se caía a pedazos, se iba desarmando con las calles anegadas y los canales desbordados del barrio alto. Íbamos caminando debajo de la lluvia cuando todos se ocultaban de ella, saltando sobre los charcos, burlándonos de los que metían los pies al agua. Íbamos de la mano como si eso quisiera decir algo. Como si significara que nos queríamos. Supongo que nos queríamos, pero las manos tomadas no quieren decir eso de todas formas. Nos paramos en medio de la calle bajo la lluvia y el paraguas y nos miramos sonrientes, como en una película, como a él le gusta que sean todas las cosas. Me besa las mejillas y me dice que mi pelo ya no es liso bajo la lluvia, me besa en los labios y me abraza diciendo que me quiere. Sí, dice te quiero con naturalidad, su voz hasta rima con la lluvia y calza perfecto en la escena, como un sonido diegético, en la espacialidad acústica que ha creado en su película. Esa que se está inventando mientras me da un beso. “¿Has notado que en las películas llueve más fuerte?”, sí, era una película sin duda, la lluvia era como la de las películas, casi hasta podía oír la música en off de la despedida, “Just like honey” podría haber sido fácilmente, o alguna versión chilena más barata, siempre se debe cuidar el presupuesto.

Pasa una pareja corriendo y salpicando agua. Me dice que no puede estar conmigo por razones que no entiendo. No soy muy buena actriz, pero disimulo bien el hecho de que ya había leído el guión un par de veces a escondidas. Entonces recuerdo mis líneas y le digo que se quede conmigo, que la lluvia no sería tan entretenida si no estuviera él. Sonríe y yo le sonrío también. No sé si es una bonita escena, no deja de parecerme un poco triste. Quisiera no tener que interpretar yo el papel del personaje despreciado –el pintor desdichado, para ser más exactos- pero es lo que me tocó supongo.

La escena debe terminar. Me gustaría que se pareciese a la despedida de “Perdidos en Tokio”, pero la película no es mía sino suya y supongo que es un poco más desesperanzadora debido a eso. Me dice que soy la persona más especial en su vida y que no se va a olvidar de todo esto. Me besa la frente y se va. Camina unos pasos y se da vuelta. Yo hago lo mismo y lo miro a unos metros mojándose con la lluvia que parece llenar el espacio entre nosotros. Supongo que la lluvia era el único sonido en escena, me doy la vuelta y camino hacia mi casa. Cuando volteo ya no está. Me quedé sola en la pantalla, con el paraguas en la mano, no hay música y la lluvia se va apagando lentamente antes de que aparezcan los créditos.

8 de mayo de 2008

Sendero de Chile




- Podrías hacer una película que se trate de dos personas que recorren el sendero de Chile hablando de sexo
- pero eso sería sólo una parte de la película, no puede tratarse de eso
- pero sería como “En la cama”, toda la película basada en una conversación, con este paisaje de fondo, mira!... yo la vería feliz
- y los personajes ¿se conocen acá?
- No, quizás vinieron de vacaciones juntos como amigos…
- Ya… ¿y?
- Y deciden recorrer el sendero de Chile juntos, hablando de sexo
- ¿Cómo ahora?
- Sí
- Y ¿se gustan?
- Quizás, uno nunca sabe…. ¿Qué crees tú?, ¿se gustan?
- No sé, dime tú
- Yo creo que sí…
- ya, y ¿qué más pasa en la película?
- Empiezan a conocerse más. Después se confiesan sus secretos, su pasado, sus temores, quizás ahí vienen las palabras sabias yo creo, se entienden, se apoyan…
- Y si hago esa película, ¿la irías a ver?
- Obvio, es una buena historia
- ¿y si ya no somos amigos?
- No sé, yo creo que igual iría, pero no te lo diría
- Entonces cuando la haga, te mandaré una invitación a la última función, y yo voy a estar escondido en la sala, entre el público, para ver tu reacción
- ¿Y por qué?
- No sé, para que cuando termine la película yo me acerque y te invite a tomar un café
- Como en el cuento de Fuguet! ¿has leído “Por favor rebobinar”?
- No
- Bueno, en ese libro sale un cuento así. Serás como un personaje de Fuguet
- Bueno y ¿en qué termina la película?
- En que tienen sexo
- Y ¿se quedan juntos?
- Yo creo que sí… ¿qué crees tú?
- Que sí…
- ¿crees que se van a amar algún día?
- Eso espero…

28 de abril de 2008

Frío


No puedo. Hay cosas que a veces uno piensa y cree y se aferra a ellas y las hace suyas como si se pudiera hacer eso y entonces de un momento a otro, cuando llueve a veces, o cuando simplemente no pasa nada, te das cuenta que no puedes. Que hay cosas que nunca vas a creer. Cosas que nunca vas a entender lo suficiente porque quizás es más fácil seguir en la ignorancia, seguir sin entender nada.
No sé muy bien a qué me refiero. Tampoco sé si lo ignoro del todo o lo sospecho. Más bien creo que lo sospecho. Hace frío y el frío me hace pensar estas cosas. De vez en cuando me hace pensar que no veo nada ni a nadie. Otras pienso que nada me resulta cierto. Nada ni nadie. Por eso no me gusta el invierno. Menos el frío. Por eso prefiero la soledad en el invierno.

15 de abril de 2008

The radio dept. Pulling our weight

La banda sonora de mis días de otoño...
y de los fríos días que se vienen



In time we might walk the straight line
But with memories of a grapevine
A guitar, as we came close from far
Forgot about the war
We barely touched
As if being watched

And even in time
We’ll give in to crime
We’ll be on the line
Pulling our weight

Many miles from where I’m sleeping
You share laughter in the evening
As do I, in the great divine
Yours is mine
We’ll find love
The kind we’re dreaming of

And even in time
We’ll give in to crime
We’ll be on the line
Pulling our weight

14 de abril de 2008

Destino


Me gusta pensar en los antojos del destino, en esas milésimas de segundos que pueden transformar todo lo que creías predispuesto a vivir. Me gusta pensar en eso y preguntarme ¿qué hubiese pasado si yo no hubiese llevado mi pendrive con el “In rainbows” en él?¿si hubiese conseguido un asiento en la micro?, ¿si él hubiese ido hablando con sus amigos?,¿si no se hubiese subido a la micro la señora que me apretaba incómodamente?. Bueno, sin el “In rainbows” no hubiese pensado tantas cosas inciertas. Me hubiese ido sentada en la micro mirando hacia fuera. Si la señora no me hubiese incomodado entonces me quedaba en mi lugar todo el viaje hasta bajarme en mi casa. Nunca nos hubiésemos conocido.

Pero el destino tiene sus afanes y uno no lo nota hasta que te das cuenta que sin esa cadena de insignificantes trivialidades tu vida seguiría siendo igual que siempre. Pero no había un asiento en la micro y el “In rainbows” sonaba en mis orejas mientras él estaba solo y yo estaba siendo víctima de una señora gorda que se caía sobre mí en cada frenada, obligándome a buscar otro lugar en la micro donde estar, otro lugar que resultó ser justo a su lado.

Y ahí estoy yo, en un lugar que no había estado nunca, urdiendo cosas desconocidas en lo absoluto. Todo porque se me ocurrió irme sola una noche después de muchas cervezas y música y caminar hasta el paradero justo a esa hora y escuchar “Reckoner” en el pendrive mientras los borrachos de la micro conformaban algo así como las imágenes de la banda sonora de mi vida y yo pensaba en él y me preguntaba si estaría pensando lo mismo que yo, si estaría dispuesto a hablar conmigo antes que la micro llegara a mi casa y yo tuviera que bajarme.

Sí, me gustan los antojos del destino, esas trivialidades que transforman tu vida, y que después de una bonita historia y un beso en algún rincón de Santiago, no terminas de agradecer.

16 de marzo de 2008

Interpol, Santiago 2008



Debo aclarar que no haber contado con la plata para pagar la entrada al concierto de Interpol y haberme sometido al estresante sistema de entrar a la mala con un ticket-dealer que por 10 lucas nos dejó entre el primer control y el segundo –algo así como el limbo- fue una experiencia que bordeaba lo terrorífico. Sin embargo no me quejo. No cualquiera puede ver un show tan hermoso por las módicas 10 lucas que pagamos todos nosotros.

El concierto empezó con “Pioneer to the falls”, y sólo entonces le tomé el peso al hecho de que estaba ahí frente a Interpol, una banda que nunca esperé ver en mi querido y perdido país. Sentada en la platea del teatro Caupolican, todos esos días depresivos se me vinieron entonces de golpe a la memoria y pensé –casi alegrándome de que tan sólo fueran un recuerdo ahora- en lo mal que lo he pasado a veces y de lo terriblemente significativa que se vuelve la música en tu vida. De lo profundo que puede calarte la mente una sola canción, sólo 5 minutos de sonidos que se te quedan como una marca indeleble. Y cuando pasan al segundo tema, el maravilloso “Obstacle one” no puedo mantenerme sentada, un puñado de sentimientos se me vienen encima inclementes y recuerdo las imágenes que me inventé de un Santiago invernal, un Santiago gris, vacío, mojado, quieto, el Santiago nocturno que vi escuchando “Obstacle one” en la micro cuando era invierno en mi vida y afuera llovía tan fuerte como en mi cabeza. Y como si ellos hubiesen podido entenderme en esos momentos, lanzan “Untitled”, el tema más bello del mundo en esos momentos para los que estábamos presentes, y yo sólo pude abrazar a Eduardo y dar gracias al cielo por estar ahí, por estar mejor, por haber sobrevivido.

El concierto al final resultó ser increíble. Sonaban como en un disco y la oscuridad de sus canciones nos mantuvo hipnotizados durante la hora y media que duró el concierto. Al final quedé con la sensación de haber desenterrado mis penas, haberlas perdonado y sepultado con la última canción la noche. Y yo salí del teatro sintiéndome increíblemente feliz –con el estómago revuelto, con fatiga y ganas de morir físicamente, pero feliz al fin y al cabo-

30 de enero de 2008

I am Legend


Cuando decidí ir a ver esta película pensé: quiero por sobre todas las cosas ver Nueva York devastado y allanado por animales salvajes corriendo por la Quinta avenida y los escenarios típicos donde Carrie Bradshaw se juntaba con sus amigas para hablar de hombres. Quería ver una película al estilo 28 days later, con buena música, algunas escenas chistosas, otras escalofriantes y tal vez un final simpático. Nada muy exigente a pesar de lo mucho que llevaba queriendo verla.

Nada me hizo sospechar lo terrible que sería para mí estar frente a esas escenas cargadas de una tristeza absoluta, de esas que quizás preferirías estar sola en la sala de cine para llorar a gritos. Quizás exagero. Quizás nadie más que yo la encontró triste, quizás nadie más que yo se puso a llorar porque tuvo que matar a su perro mientras cantaba "todo va a estar bien" o porque el protagonista le suplicaba a un maniquí que le dijera hola, pero esas escenas por Dios que me llegaron hasta el hueso. Creo que aunque Santiago aún no es contagiado por ningún virus que extermine a los seres humanos uno puede llegar a sentirse así de solo. Así de miserable.

La película resultó ser absolutamente distinta a lo que yo esperaba, resultó que salí del cine sintiéndome sola, miserable, con ganas de abrazar a mi gato, de reordenar mi vida y sobretodo: de tener un pastor alemán. Después de haberme sentido miserable, como el propio Robert Neville (Will Smith) emitiendo mensajes al mundo en busca de un ser humano que pueda hacerle compañía, pensé en lo parecida que es la ciencia ficción con la realidad. Pensé en lo solos que estamos a veces. En esa soledad infinita que de vez en cuando parece ahogarnos.

Al final de cuentas me pareció buena, pero no puedo dejar de recalcar que el final fue lo peor que pudieron hacerle a esa película que tenía mucho más que dar. Al salir del cine y comentar la película me enteré que era una novela escrita hace años donde la razón de todo resultó ser absolutamente distinta, y me pareció que para los que esperaban la película por el libro debieron haberse sentido muy decepcionados. Nunca entendí por qué habían leones y hasta peces en las piscinas –ni cagando se habían escapado del zoológico, como me dijeron por ahí-, me molestó que los humanoides tuvieran un líder –me recordó a esa sobrevalorada película “la tierra de los muertos vivos”- y que terminara con una moraleja religiosa que en ningún caso tenía lugar –no tuvieron más tiempo los guionistas para pensar algo mejor?- por lo que la película no se llevó mi máxima admiración, pero de que me tocó hasta lo último de mis emociones, sí, lo hizo. Y puta que me dolió…

“Me llamo Robert Neville. Soy un superviviente que vive en la ciudad de Nueva York. Estoy transmitiendo en toda la banda de AM. Estaré en el puerto de South Street todos los días al mediodía: cuando el sol está más alto. Si hay alguien ahí… quien sea… si hay alguien ahí puedo proporcionar comida, refugio y seguridad. Si hay alguien ahí… quien sea… por favor… no estás solo”.

29 de enero de 2008

Oscuridad


Estaba la luz apagada porque a él le gustaba la luz apagada cuando escuchaba música. Eso hacíamos, hablar y escuchar el Parachutes de Coldplay con la luz apagada. Estaba sentado a unos metros de mí, yo veía su silueta y el lugar donde debería estar su rostro. No veía nada más, y supongo que él tampoco. Pero de todas formas lo miraba, imaginaba su boca moviéndose al pronunciar las palabras y su sonrisa cuando lo escuchaba reír. De vez en cuando el foco de un auto en la calle atravesaba la ventana e iluminaba su cara y los mechones de pelo que le caían encima mientras hablaba de Sartre y del libro que había leído de él hace poco mientras yo guardaba silencio y me comía las uñas aprovechando la penumbra y su imposibilidad de verme. Le dije que mejor fuera a comprar una cerveza, que la filosofía no iba conmigo aunque me gustara la utopía de Sartre y dijo que afuera hacía demasiado frío y se acercó a la cama donde yo estaba y miró por la ventana unos segundos como calculando los grados Celsius a través del vidrio. Era más bien grande y parecía crecer junto a la exigua luz que entraba desde la ventana, como un animal enfurecido, quizás pensé eso o quizás pensé en un animal hambriento, de todas formas pensé en un animal cuando lo vi montado en la ventana y le toqué el brazo como esperando que volviera a ser un ser humano a mi lado hablando de filósofos franceses y entonces me miró y sus ojos estaban ciegos, o eso creí, porque fruncía el ceño como buscándome en la penumbra y yo tuve miedo de que sus ojos chocaran con los míos no sé porqué y le dije que no hacía tanto frío como para ir por una cerveza y él encontró mis ojos y me dijo el vidrio está empañado, debe hacer un frío de mierda allí afuera y por alguna razón yo no quería -o no podía- sacar mi mano de su brazo como esperando que volviera a su forma humana o se quedara allí, congelado junto a mí toda la noche. Entonces fue como si se complementara con la oscuridad y creciera más aún sobre mí hasta cubrirme por completo y dejarme sin aire. No me dijo nada y yo tampoco. Puso su mano en mi cintura y me deslizó sobre la cama como si fuera una hoja de uno de sus libros de Sartre. No podía ver su cara, ni sus ojos, tampoco si me estaba mirando o permanecía ciego bajo sus parpados. Metió sus manos bajo mi ropa mientras el disco de Coldplay todavía sonaba y se mezclaba con la oscuridad y los reflejos de la ventana y su cuerpo inmenso y mis ganas eternas y el existencialismo de Sartre y el eco de la cama y de las sombras.

Creo que estuvimos a oscuras hasta que se resignó la noche y se terminó la música y las luces de la ciudad se apagaban en la niebla y los perros guardaban su lúgubre silencio al igual que la cama y que nosotros. Le dije que ahora podía ir a comprar la cerveza y me dijo que ya no estábamos hablando de filosofía así que podía prescindir de ella, entonces me abrazó y se quedó callado el resto de la noche como si durmiera o como si fingiera dormir y yo miraba la ventana y pensaba en el frío de los perros y su respiración apagada como si dejara de existir de a poco y fingí dormir un rato hasta que me dormí de verdad y me perdí en sueños donde él aparecía más grande aún alzándose sobre mí como una estatua impoluta y severa.

Cuando despertamos el día estaba colándose insolente desde la ventana y me sonrió antes de comenzar a vestirse. Me habló de unas películas que se había conseguido y de un asunto pendiente con un profesor de su universidad. Me vestí casi sin ganas y me dijo que me iría a dejar al bus. Éramos amigos sin duda, y yo tuve que acordarme del existencialismo antes de comenzar a fingir. Nunca más volvimos a hablar de Sartre.