14 de abril de 2008

Destino


Me gusta pensar en los antojos del destino, en esas milésimas de segundos que pueden transformar todo lo que creías predispuesto a vivir. Me gusta pensar en eso y preguntarme ¿qué hubiese pasado si yo no hubiese llevado mi pendrive con el “In rainbows” en él?¿si hubiese conseguido un asiento en la micro?, ¿si él hubiese ido hablando con sus amigos?,¿si no se hubiese subido a la micro la señora que me apretaba incómodamente?. Bueno, sin el “In rainbows” no hubiese pensado tantas cosas inciertas. Me hubiese ido sentada en la micro mirando hacia fuera. Si la señora no me hubiese incomodado entonces me quedaba en mi lugar todo el viaje hasta bajarme en mi casa. Nunca nos hubiésemos conocido.

Pero el destino tiene sus afanes y uno no lo nota hasta que te das cuenta que sin esa cadena de insignificantes trivialidades tu vida seguiría siendo igual que siempre. Pero no había un asiento en la micro y el “In rainbows” sonaba en mis orejas mientras él estaba solo y yo estaba siendo víctima de una señora gorda que se caía sobre mí en cada frenada, obligándome a buscar otro lugar en la micro donde estar, otro lugar que resultó ser justo a su lado.

Y ahí estoy yo, en un lugar que no había estado nunca, urdiendo cosas desconocidas en lo absoluto. Todo porque se me ocurrió irme sola una noche después de muchas cervezas y música y caminar hasta el paradero justo a esa hora y escuchar “Reckoner” en el pendrive mientras los borrachos de la micro conformaban algo así como las imágenes de la banda sonora de mi vida y yo pensaba en él y me preguntaba si estaría pensando lo mismo que yo, si estaría dispuesto a hablar conmigo antes que la micro llegara a mi casa y yo tuviera que bajarme.

Sí, me gustan los antojos del destino, esas trivialidades que transforman tu vida, y que después de una bonita historia y un beso en algún rincón de Santiago, no terminas de agradecer.

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