30 de julio de 2010

Me extraño



Creo que tengo la costumbre de escribir cuando estoy acongojada por alguna razón y no cuando estoy bien. Hay temas que te duelen y cuando escribes acerca de ellos te desahogas, lloras, sufres, escribes y cuando has terminado puedes dormir mejor porque imaginariamente le “contaste” tu problema a “algo/alguien” que muy probablemente no te hará saber su opinión porque no existe o porque nadie leerá jamás lo que escribiste y eso en el fondo te alivia porque no escribiste para que te leyeran sino más que nada para hablar contigo mismo. Pues bien, hablo conmigo misma más a menudo cuando estoy triste, y cuando estoy feliz me callo y me ignoro un rato, como si yo misma fuera sólo mi pañuelo de lágrimas. Creo que no debería ser así y ahora que estoy bien, que mis días están tranquilos –sin mencionar el tema “tesis”, claro- he dejado mi vieja costumbre de llegar todos los días a escribir. Ya casi no tengo bitácora. Mi carpeta del año 2010 lleva apenas unos 3 o 4 archivos. Creo que me extraño un poco. Creo que necesito un poco más de mi compañía, de mis estupideces, esas que sólo a mí me gustan de mí. Contarme mis propias vivencias. Decirme que parece que estoy enamorada. Aconsejarme que debo estudiar inglés. Narrarme mi propio sueño. Contarme la última película que vi y que me emocionó hasta la médula.


Sí, me extraño. La soledad a veces no es tan fea como uno la recuerda. Uno se hace más amiga de sí misma. Te acercas. Extraño salir a caminar sola y sentarme en una plaza en un día nublado. Hablarme. Las tardes en el patio diciéndome nada. Las noches frente al computador escribiendo ensimismada como si nada fuera más importante, más placentero. Fueran idioteces, cuentos malos, historias sin concretar, pensamientos sueltos, todo era importante porque todo tenía mi significado propio, mi sello, lo que soy en verdad y que nadie más que yo ve. Pero de pronto alguien te llena y tú pasas a tu propio segundo plano. Dejas de juntarte contigo misma y tus citas ya no son con tus puras ideas. Es lindo, es gratificante y das gracias porque eres feliz. Te sientes feliz y sientes que el frío es insustancial en tus días de invierno. Pero a veces –como ahora- siento la inevitable necesidad de estar sola. Conmigo. Escribir y decirme que me extraño, que debería tomar un café y contarme de paso que mis días son diferentes ahora, que el invierno es menos frío ahora. Sí, voy a salir sola un día de estos y me voy a sentar en una plaza a contarme todo lo que he hecho este último tiempo, los chistes y las historias cercanas, lo que ha sido de mi vida después de la última vez que me vi, sola.

20 de julio de 2010

Crecer



Es raro crecer, definitivamente es raro aunque crecí hace rato y hace rato que me resigné a ser parte del terrorífico grupo llamado “adulto joven” ese del que yo me burlaba de niña cuando escuchaba –por error- la radio Universo, que se refería a sí misma como la radio del adulto joven y tocaban –según yo en ese tiempo- pura música vejete y fome del año de la pera. Pues bien, soy adulta joven hace un tiempo ya y sigo sintiéndome rara. A veces uno piensa que la vida siempre va a ser igual, que siempre tendrás los mismos amigos y el momento en el que te encuentras es eterno, infinito, y te despreocupas, te ciegas o quieres cegarte para no pensar en que más adelante hay demasiados cambios abrumadores.


Y aquí estoy frente a un cambio abrumador: mi mejor amiga de la vida, se casa. Así es, entré a esa tenebrosa edad en la que tus amigos empiezan a casarse. Y claro, el cambio más abrumador se lo lleva ella, que se convertirá en una mujer casada, pero ¿y yo que soy su amiga? ¿Y todos los que somos sus amigos? Adiós vida y carretes como los conocíamos, esas tardes viendo tele comiendo en la cama encañadas hablando de hombres, pelando de lo lindo y sin escrúpulos, los detalles escabrosos que no queríamos saber pero que preguntábamos igual, esas juntas de niñas donde pasábamos tomando y hablando de todas las historias amorosas de cada una cuando los hombres eran meras entretenciones y los pelábamos y nadie se reservaba nada porque la fidelidad era entre nosotras y no con la pareja –porque era temporal y a fin de cuentas, “el enemigo”- y los jugos en los carretes de compañeros, las idas al Bal-le-duc –impensables ahora que su futuro marido odia siquiera esa palabra- los paseos por Lastarria lloriqueando por un futuro mejor pero burlándonos al mismo tiempo de nosotras mismas y nuestra estupidez, las juntas a comer pizza y las disputas por el trozo más grande… tantas cosas que se van quedando atrás y miras el futuro y sabes que ya no va a volver todo eso y la nostalgia es la inevitable compañera en ese momento en que piensas lo raro que es crecer y lo poco preparado que siempre estás para enfrentar cambios como éstos.


Es lindo pensar que quizás su vida recién empieza y que será feliz y que ya no verá a los hombres –o su hombre- como enemigos y todo eso, pero es difícil imaginarse el futuro sin ella. Y no es que se muera por estar casada, pero como si no fuera suficientemente terrible que se case y que deje de pertenecer al club, se va a Francia a vivir con su marido. La envidio, si yo estuviera en su pellejo me casaba hoy mismo y me iba a vivir a París a pasear por las calles y a comprarme ropa linda, pero yo soy la amiga soltera que se queda en Chile sin ella y sigue su vida errante con una amiga menos y varios recuerdos qué extrañar… es raro, pero más que nada es difícil crecer y yo que soy una cobarde, estoy llena de temores. La vida debería ser siempre igual, quedarse estancada en los buenos momentos, pero uno crece y tiene que dejarlos ir. Así es la vida, así es crecer.

13 de julio de 2010

Contexto



De pronto me mostraron esta foto como si nada, mira, una foto tuya de hace como 24 años atrás, la veo y soy yo, soy como la misma persona que soy ahora y al mismo tiempo soy otra persona, soy yo hace cinco minutos atrás con las mismas ideas, los mismos conceptos de la vida arraigados de la misma forma, soy yo, con un poco menos de años, un poco menos de vivencias, pero la misma persona, como si esa niña también le gustara escribir, sacar fotos y odiara la agronomía, apuesto a que ella no quiere hacer su tesis, quiere jugar con barbies, yo también quiero jugar con ellas y vestirlas, apuesto a que si me mirara en el espejo me vería igual, hasta con el mismo chaleco sin mangas. ¿Por qué cuando me veo a mí misma en mi imaginación me veo como esa niña y no como soy ahora, con muchos años más que ella?, En mi concepción de mí misma, soy una niña de 5 o 12 años -no hay diferencia porque siempre soy la misma- enfrentada a diferentes escenarios -la vida, o el correr de los años, que no son tiempo sino meros contextos-, y nada más. ¿A alguien más le pasa eso?... la miro otra vez y es otra persona, es una niña. Yo no soy una niña, soy una mujer de 29 años frustrada con su carrera, esa niña posiblemente no sabe lo que es la frustración y después de que le tomaran la foto saldrá corriendo con su mejor amiga a mojarse los pies en los canales de regadío a escondidas de sus madres y jugarán a que las barbies van a la playa y se hacen máscaras de barro para el cutis.

Miro la foto y veo demasiadas cosas que no entiendo. ¿Por qué sigo creyendo que soy igual? ¿por qué cuando tengo un sueño de aventuras soy esa niña salvando a mi papá o escapando de bandidos con mi papá y mi mamá –que son jóvenes como entonces, o como siempre lo han sido en mi concepción de ellos, porque ellos jamás envejecen en mi mente-, y mi hermano chico es como ahora –un chico de 20 años- y yo soy como esa niña de cinco y sin embargo sigue siendo mi hermano menor y nuestra relación es como ahora y conversamos de los mismos temas que ahora, cuando tengo 29 años? ¿Tengo un desorden temporal?. Es raro, pero esa foto me provoca todo esto y me siento insoportablemente atraída a mirarla una y otra vez. Es como mirarme en un espejo lindo, mirarme y pensar que tengo que irme corriendo al pino al final del camino de tierra y ver quién gana, la Cristina o yo, recogeremos los cocos del pino y nos comeremos sus semillas negras, jugaremos a hacer ollas de barro y las secaremos al sol. Dejo de mirarla y siento que debo hacer la tesis y no quiero. Y luego pienso que esa niña está jugando para no hacer su tesis, para no ir a la universidad a hablar con su profesor guía porque le da miedo y se queda jugando debajo del pino, donde nadie la va a encontrar nunca.

Soy la misma persona. Soy la misma hace cinco minutos atrás que hace 24 años. Nada ha cambiado mucho salvo quizás las circunstancias, el entorno -el contexto-, nada más. Soy una niña de cinco años y supongo que todavía no me he dado cuenta.

4 de julio de 2010

No quiero tesis!


Sólo sacar fotos y ver fotos, retocar fotos y más fotos. No sé si los test vocacionales que me aconsejaron Agronomía estaban bien enfocados...