Resulta que cierto personaje una vez vino a mi casa y me dejó unas películas que nunca tomé en consideración –digamos que no me apetecen las películas en formatos extraños y mucho menos las poseedoras de terribles doblajes españoles- por lo que fueron directo al cajón de películas y ahí se quedaron todo este tiempo, hasta que mi hermano, víctima de una terrible enfermedad y poseedor de un tiempo libre impresionante, las desenterró y me invitó a su lecho de muerte a ver una de ellas.
La película era “Joyeux Noël”, una película bélica que no me hubiese apetecido si no hubiese sido por la aparición de Daniel Brühl, uno de los pocos hombres capaces de hacerme babear en esta vida casi privada de tales efectos. La cosa es que era una película de guerra y la calidad de imagen del DVD era deplorable, razones que para mí son más que suficientes para no verla, pero el alemancito en cuestión me atrapó.
Trata sobre una navidad de la primera guerra mundial, en un enfrentamiento entre trincheras alemanas, francesas y escocesas. Un alemán cantante de ópera decide cantarles a sus compañeros una canción de navidad, a la que se unen los escoceses desde su trinchera acompañando con sus gaitas, el alemán sale de su trinchera cantando y camina por las tierras de nadie con un árbol de navidad en la mano hasta la trinchera oponente y los llena de emoción. Todos salen de sus trincheras y comparten una emotiva noche buena juntos como hermanos, alemanes, escoceses y franceses. Ahí empezó a parecerme extraño todo eso –por no decir “conocido”-. Hacen una misa, cantan un rato más y vuelven a sus trincheras. Al día siguiente se juntan a enterrar sus muertos. Después las autoridades alemanas dan aviso de un bombardeo a las trincheras francesas y el bueno de Daniel Brühl ofrece refugio a los franceses en las trincheras alemanas –sigue sonándome conocido- después se hacen amigos, se muestran fotos de sus mujeres y se disputan amistosamente la tenencia de un gato que va de trinchera en trinchera con mensajes fraternales atados al cuello y eso ya me pareció el colmo. Algo así como un déjà vu fílmico. No podía ser más igual a “Mi mejor enemigo” película chileno-argentina situada en un conflicto de Chile y Argentina donde los soldados de ambos países en medio de la nada –la Patagonia, lo mismo- se hacen amigos mediante un perro que va de trinchera en trinchera con mensajes atados al cuello.
La película era “Joyeux Noël”, una película bélica que no me hubiese apetecido si no hubiese sido por la aparición de Daniel Brühl, uno de los pocos hombres capaces de hacerme babear en esta vida casi privada de tales efectos. La cosa es que era una película de guerra y la calidad de imagen del DVD era deplorable, razones que para mí son más que suficientes para no verla, pero el alemancito en cuestión me atrapó.
Trata sobre una navidad de la primera guerra mundial, en un enfrentamiento entre trincheras alemanas, francesas y escocesas. Un alemán cantante de ópera decide cantarles a sus compañeros una canción de navidad, a la que se unen los escoceses desde su trinchera acompañando con sus gaitas, el alemán sale de su trinchera cantando y camina por las tierras de nadie con un árbol de navidad en la mano hasta la trinchera oponente y los llena de emoción. Todos salen de sus trincheras y comparten una emotiva noche buena juntos como hermanos, alemanes, escoceses y franceses. Ahí empezó a parecerme extraño todo eso –por no decir “conocido”-. Hacen una misa, cantan un rato más y vuelven a sus trincheras. Al día siguiente se juntan a enterrar sus muertos. Después las autoridades alemanas dan aviso de un bombardeo a las trincheras francesas y el bueno de Daniel Brühl ofrece refugio a los franceses en las trincheras alemanas –sigue sonándome conocido- después se hacen amigos, se muestran fotos de sus mujeres y se disputan amistosamente la tenencia de un gato que va de trinchera en trinchera con mensajes fraternales atados al cuello y eso ya me pareció el colmo. Algo así como un déjà vu fílmico. No podía ser más igual a “Mi mejor enemigo” película chileno-argentina situada en un conflicto de Chile y Argentina donde los soldados de ambos países en medio de la nada –la Patagonia, lo mismo- se hacen amigos mediante un perro que va de trinchera en trinchera con mensajes atados al cuello.
Me dediqué entonces a vagar por infinitos sitios de Internet con críticas de cine para cerciorarme si alguien ya había notado la similitud, pero apenas mencionaban una semejanza al tratarse de películas que hablaban del lado humano de la guerra. Busqué el año de cada película y ambas coincidieron con el 2005. Entonces, ¿qué mierda pasa acá?, ¿es posible que la misma idea se haya gestado independiente y simultáneamente en el primer mundo y en el tercero?. Luego entendí. Puede ser la misma vaga idea, pero finalmente son planos distintos. Distintos guiones, distinto escenario, distinto contexto, qué se yo, “Feliz navidad” es una película basada en hechos reales, supongo que en muchas guerras ha sucedido algo similar, por lo que el recurso de la mascota enviando mensajes puede ocuparse infinitas veces, sospecho.
La película al final de cuentas, me pareció buena –sobretodo el exquisito teniente alemán- y llena de buenas intenciones. Al final uno se queda pensando que las guerras son una estupidez –aunque eso ya está de cajón-. Sin embargo yo creo que me quedo con “Mi mejor enemigo” quizás porque soy chilena y es un conflicto chileno, cercano, porque los personajes son chilenos o porque los chistes son absolutamente chilenos –el perro corriendo con los lentes puestos de un argentino víctima del robo de un chileno me pareció insuperable-. Quizás porque la vi primero y no estuve fijándome en los detalles análogos entre ambas películas, como lo hice en “Feliz navidad”. No sé. Lo único que puedo sacar en limpio de todo esto es que siempre me van a gustar los hombres con cara de niños, como mi –ahora mucho más- amado Daniel Brühl.
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