No sé. Me miraba al espejo y me consideraba un personaje ordinario. Me pierdo en medio de todas las caras anónimas del Paseo Ahumada porque soy una cara anónima como todas. Una cara sin registro, sin un sello que diga que me llamo Carolina, que me gusta la pizza sin jamón, los libros de Bolaño y comerme las uñas en las pruebas. Un extra en la basta ciudad de Santiago.
Yo creía eso. Pero justo cuando imagino que soy una insignificante calcomanía en el cuaderno viejo de alguien, resulta que soy un modelo a seguir. Que después de todo atraigo envidias, misteriosas y un poco inexplicables envidias de alguna parte que no entiendo. Debería sentirme bien entonces, satisfecha de lo que soy, de lo que hago, de lo que proyecto, pero no dejo de sentirme enojada. Es que no puedo ser Carolina sólo yo?. Qué presumido de mi parte este pensamiento incómodo, pero qué mierda, estoy enojada. Odio que me copien, eso es todo. Odio que exista gente como la que me he topado últimamente, odio que imiten mi vida. Ya tuve suficiente de esto hace algunos años y pensé que había pagado el karma. No era así. A pesar de que me siento insignificante y que muchas veces detesto mi cara en el espejo y mi propia voz durante las caminatas interminables por Santiago, creo que al final no soy una cara anónima. “Soy un único y bello copo de nieve saltando y bailando en este mundo”. Tyler Durden se equivocaba entonces.
Yo creía eso. Pero justo cuando imagino que soy una insignificante calcomanía en el cuaderno viejo de alguien, resulta que soy un modelo a seguir. Que después de todo atraigo envidias, misteriosas y un poco inexplicables envidias de alguna parte que no entiendo. Debería sentirme bien entonces, satisfecha de lo que soy, de lo que hago, de lo que proyecto, pero no dejo de sentirme enojada. Es que no puedo ser Carolina sólo yo?. Qué presumido de mi parte este pensamiento incómodo, pero qué mierda, estoy enojada. Odio que me copien, eso es todo. Odio que exista gente como la que me he topado últimamente, odio que imiten mi vida. Ya tuve suficiente de esto hace algunos años y pensé que había pagado el karma. No era así. A pesar de que me siento insignificante y que muchas veces detesto mi cara en el espejo y mi propia voz durante las caminatas interminables por Santiago, creo que al final no soy una cara anónima. “Soy un único y bello copo de nieve saltando y bailando en este mundo”. Tyler Durden se equivocaba entonces.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario