15 de agosto de 2006

Exceso

Maldito alcohol. Quizás si no hubiese tomado tanto ese viernes entonces ahora estaría igual que antes de ese viernes, pero tomé demasiado y vi todo mejor de lo que era y me reí de cosas que no eran graciosas y me fascinó gente que no tenía nada de fascinante. Un viernes como todos los viernes, sólo que esta vez “exceso” es la palabra que me culpa y se ríe un poco de mí en una parte de mi cerebro que no sé cuál es. Los recuerdos son sólo flash-back violentos que saltan como una luz electroscópica en cualquier momento, sin que los invoque, sin que desee recordar qué pasó cuando ya lo creía borrado de mi cabeza. Y así aparece la calle silenciosa quebrada por nuestras risas enormes y nadie sabe por qué reímos, pero reímos. Y luego está esa escalera sucia que baja a un subterráneo infecto, colmado por la música y las risas enajenadas de las demás personas como nosotros y seguimos tomando sin darnos cuenta que nuestro cuerpo ya no quiere más alcohol, no importa, siempre queremos más, siempre necesitamos más. Ahí está esa cara bonita que creí demasiado bonita y la voz dulce que creí demasiado dulce y luego esos sentimientos afectivos que sólo nacen del alcohol porque no hay otra explicación, entonces en medio de la confusión decido que me gusta esa cara y que la quiero. No sé qué más sucede porque los flash-back no me muestran todo y los recuerdos siguientes siguen en un agujero negro dentro de mi cabeza perdidos y sin forma en el fondo de cualquier parte. El siguiente recuerdo es la despedida, es sus ojos y su sonrisa de niño mirándome desde alguna parte y yo creyendo que quizás vuelva a verlo alguna vez. Me aprendo su sonrisa y olvido el resto.
La mañana siguiente es cruel y mi cuerpo me pide un poco de paz, no más por favor, no más alcohol, ni caminatas, no más flash-back despiadados que me arrojan recuerdos que no quiero recordar y aparece esa cara bonita y odio la noche del viernes porque olvidé lo importante y porque debo aceptar las burlas del resto, aceptar que soy una borracha y que el nuevo número de teléfono en mi celular debería ser el de alcohólicos anónimos y no otro. Maldito alcohol, quizás algún día madure y me vuelva responsable y seamos amigos y los viernes sean tranquilos y las mañanas menos dolorosas. Ahora sólo queda esperar a aprender a vivir con los flash-back y los golpes acusadores en la consciencia que duran más que cualquier recuerdo vago de una noche de excesos.

3 comentarios:

don panta dijo...

Si no existieran excesos de viernes por la noche, como podriamos apreciar la paz de un sabado por la mañana, si no hubiesen personas malas y feas, como podria ver realmente que hay personas que se merecen verlas por infinito tiempo, sin mas razon que apreciar lo que es hermoso por si mismo.Si no existiese la celebre frase "Me siento mal", no podria existir me siento bien, o no?
Creo en los desenfrenos, creo en el amor cariñosos de un alcoholico(a),

don panta dijo...

creo que lo unico eterno e inmutable es que todo cambia y fluye constantemente, creo que lo que mas odio es la monotonia, sea lo que sea, sea tomar siempre los viernes, sea estudiar siempre los viernes, sea postear siempre los viernes, sea lo que sea.
Como salida distinta valido absolutamente, de ves en cuando decir y proclamar : NUNCA MAS BEBERE!!!
mientra sea de ves en cuando.

Carola dijo...

bueno, bueno...
después de todo, tienes razón, igual lo pasé bien y si no hubiesen viernes así sería fome la rutina, es cierto... ja!

buen post