25 de noviembre de 2010

Dios salve a Smashing Pumpkins!



Hay ciertas cosas que inexplicablemente tienen la capacidad de clavarse directamente en tu médula, tocarte lo más sensible de tu alma, quebrarte en un segundo, hacerte mierda. No sé bien cuál es la explicación, pero eso fue lo que me pasó en el Movistar Arena anoche cuando Smashing Pumpkins se plantó en el escenario tocando las canciones más melancólicas y bellas del universo, cuando tocó Stand Inside your love y me partió el alma en dos. Pensé “voy a grabar lo que venga ahora” y sorpresivamente comenzó ese tema que escuché por primera vez en MTV cuando MTV era un canal musical y yo pasaba pegada esperando ver los nuevos videos de los Pumpkins hace 10 años atrás. Me acordé de eso y de esa época, de la soledad y de la adolescencia. De las ganas que tuve de tirarle papel confort a los árboles. De cuando tiramos la radio por la ventana escuchando 1979 saltando en la cama. Vi en esa canción toda mi vida adolescente pasar frente a mis ojos. Y no pude parar de llorar. Ahí estaba yo nuevamente, a mis ahora 29 años, frente a Billy Corgan otra vez, muriendo por sus canciones y la pasión indecible de sus canciones, toda la emoción concentrada en un solo momento, y con la cámara en mano grabando, sin saber muy bien por qué, me reí a carcajadas llorando y dando gracias a Dios por estar ahí, por haber sobrevivido para volver a contarlo.

Dios salve a Smashing Pumpkins!!!

23 de noviembre de 2010

Mi deuda

A estas horas, necesito decir que siento una emoción y una nostalgia tremendas. Hace 12 años atrás fui una adolescente grupie que se paró dos horas afuera del Hotel Hyatt con un cuaderno y un lápiz en la mano a esperar a su grupo de música favorito. Y hoy he vuelto a ser esa misma adolescente parada afuera de un hotel esperando absurdamente que el autor de las canciones más increíblemente bellas, saliera a sacarse una foto conmigo.

Debo confesar que me sentí grupie y tonta y me avergoncé de mí misma un buen rato mientras me humillaba esperando a un tipo que bien podía estar tomándose una cerveza junto al plácido aire acondicionado mientras yo me moría de calor bajo los asesinos rayos del sol, esperándolo, debo agregar además que si lo hice, que si me sometí a mis propios prejuicios fue porque me lo debía. Porque hace 12 años hice lo mismo y me saqué una foto con Billy Corgan pero el puto destino hizo que mi mejor amiga de aquellos tiempos me cagara no sólo con mi pololo sino que también con lo más preciado que de adolescente tuve entre mis tesoros: la foto con Billy Corgan. Uno puede madurar, dejar pasar el agua bajo el puente, dar vuelta la página, pero igual cuesta recordar que te cagaron con algo así. Que tuviste una foto con Billy Corgan –tu ídolo de la vida y un artista increíble- y que ya no existe más en tu vida, que se perdió. Creo que durante estos 12 años me vino a ratos el odio, el deseo de encontrarla, de retroceder el tiempo. Otras veces lo olvidaba y me consolaba con haberlo vivido. Pero cuando supe que Smashing Pumpkins ya estaba en Chile, en el Hotel Sheraton, sólo pude pensar en esa foto. En mi adolescencia. En la deuda adolescente que mantuve por años conmigo misma. En esa foto que merecía tener, porque me lo debía, porque aunque fuera algo efímero ahora me sacó lágrimas igual en el pasado, y porque a fin de cuentas uno igual se contenta con esos caprichos y fui casi con miedo, sin esperanzas, como para decirme lo intenté. Y ahí estaba Billy Corgan otra vez, 12 años más viejo, con más arrugas y mañas, igual de lindo, de alto, de amado. Me saqué la foto con él abrazada a su cintura como hace 12 años, sonriendo quizás más desenvuelta, más feliz. Le había doblado la mano al destino. Pagué mi deuda adolescente, ahora sólo me resta colgarla en la pared.






14 de noviembre de 2010

El Sur


Si uno tuviera muchas oportunidades en la vida, si uno pudiera vivir varias vidas en una sola, entonces una de ellas sería indudablemente vivir en el sur de Chile. Tendría un terreno de muchas hectáreas, produciría cebada y tendría una cervecería orgánica. Cultivaría el lúpulo y sacaría el agua de las cientos de vertientes que encuentras bajo cada colina. Tendría una cuatro por cuatro para salir a la ciudad. Sembraría en un huerto mis verduras favoritas. Tendría varios gatos y 2 perros. Algunas vacas y un caballo. Pasaría las tardes en mi propio bosque nativo al que cuidaría con mi vida. Tendría una casa llena de ventanas y sería feliz. Por Dios que sería feliz.











4 de noviembre de 2010

Evadiendo

Me levanté a las 8 de la mañana para sentarme frente al computador y mirar mi proyecto de tesis con asco mientras intento hacer algo, poner una coma, mirar por la ventana, leer un paper, comerme las uñas, pararme al baño, a la cocina, al teléfono, salir al patio, volver a sentarme y mirar la pantalla con más asco y desear mi cama que está al lado y pensar que podría estar ahí, acurrucada con mi gato y no sentada frente al computador intentando hacer algo que no logro hacer, pienso en que otros compañeros ya se titularon, si ellos pueden, ¿por qué yo no? Entonces sigo, me miento y digo si es fácil, si es entretenido, si es super interesante saber de compuestos fenólicos en el vino. ¿Qué sería del mundo si no existieran los estudios sobre compuestos fenólicos en el vino? Pues nada! El mundo no sería mundo sin el estudio de los compuestos fenólicos!. Así que sigo. Leo un poco y me distraigo. Porque cualquier objeto a mi alrededor se convierte en lo más atractivo de la vida, un lápiz, mi gato, y por supuesto, el maravilloso mundo del internet. Qué más distractor en la vida que tener internet en el mismo computador donde haces la tesis!. Y no hay caso. No hay caso conmigo, ni con la tesis, esto de evadir y evadir infinitamente es un vicio y a la vez una culpa que no puedes evitar. Pero vamos que aún me quedan unas cuantas horas de estudio antes de irme a trabajar.