14 de julio de 2008
Te lo dije
Déjame decirte por favor que te lo advertí. Que por mucho tiempo fuiste la única persona que no lo notó. Te lo dije. Lamento tener que decirte que todo lo que creíste era una mentira, un montaje, el disfraz de lo que quisiste ver, lo que quisiste creer. No hubo nada cierto en ello y tú sigues creyendo que hay algo de verdad? No lo conociste, lo que te mostró no era cierto, no hay nada de raro en eso, pasa todo el tiempo, sólo que tú no quieres darte cuenta. Todo te lo imaginaste, después de tanto tiempo aún no te das cuenta que la vida es así, que sólo era un desconocido, el personaje misterioso que nunca reveló su identidad en una mala película clase B. Creaste una historia que nadie más que tú creyó, todo un argumento para respaldar lo que sentías, lo que iba haciéndose más grande que tú, hasta que fuiste innecesaria en tu propia historia y entonces te desechaste, te hiciste vieja e inservible. Nadie es irreemplazable, recuérdalo. Menos tú en esa historia absurda que sólo tú seguiste.
Así que date cuenta, abre los ojos, mírate, tú dejaste que llegara hasta aquí, ya no sufras, jamás existió, todo te lo inventaste tú en tu afán de encontrar lo que siempre quisiste, en tu estúpida idea de que todo estaba allí a tu lado, tomándote de la mano y diciéndote lo que querías oír, como si hubiera un corazón que sintiera eso allí dentro, como si después de tanto te tocara el turno de ser feliz. Sacaste un número demasiado alto cariño, tu turno nunca va a llegar. Date cuenta de una vez y no vuelvas a creer nunca. Nunca.
4 de julio de 2008
El fin
Por alguna razón que desconozco, sabíamos que iba a explotar. Que los muros, los hierros fundidos y el vidrio se nos vendrían encima. Lo sabíamos porque de alguna forma era predecible. La gente decía que esas cosas eran predecibles. Yo no lo creí, yo pensaba que esas cosas no podrían pasar en una ciudad como ésta, en una vida como ésta, cuando las cosas impensables no pasan, y yo no creí porque él era un desconocido y uno nunca le cree a los desconocidos. Uno siempre cree que la gente miente y que dirán mentiras para impresionarte –lo que siempre pasa-, pero él no mentía. ¿Existe alguien que no mienta? No sé, pero él no mentía cuando me dijo que corriera de allí, que todo se iba a derrumbar y que nada sería como lo conocía hasta entonces. Me divirtió su forma exagerada de ver las cosas y le pregunté su nombre. Iván, dijo, y yo me aprendí su nombre mientras caminábamos sobre los adoquines con paso apurado, yo me reía de él, él se reía de mi incredulidad. Me tomó del brazo y me dijo que teníamos que apurarnos. Se llamaba Iván como el niño de la película rusa, me compró cabritas en una esquina y nos paramos un rato. Yo me echaba unas cabritas a la boca cuando estalló. Había humo y cenizas en el aire. Habían gritos de la gente que corría sin sentido, yo no podía creer lo que estaba viendo. Te dije que explotaría repitió. Yo miraba la nube crecer sobre la ciudad, sobre nuestras cabezas, miré a mi alrededor el Apocalipsis despertando entre los escombros, en las caras de la gente, en el cielo oscuro surcado por el fuego. Me aferré al brazo de Iván como si fuera lo último real que iba quedando. Si tú esperas yo esperaré dije, si tú corres yo correré. Rocas calientes iban golpeando el cemento de las calles, Iván me tomó de la mano y antes que el abrazo ceniciento del fin nos alcanzara nos pusimos a correr.
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