Cuando decidí ir a ver esta película pensé: quiero por sobre todas las cosas ver Nueva York devastado y allanado por animales salvajes corriendo por
Nada me hizo sospechar lo terrible que sería para mí estar frente a esas escenas cargadas de una tristeza absoluta, de esas que quizás preferirías estar sola en la sala de cine para llorar a gritos. Quizás exagero. Quizás nadie más que yo la encontró triste, quizás nadie más que yo se puso a llorar porque tuvo que matar a su perro mientras cantaba "todo va a estar bien" o porque el protagonista le suplicaba a un maniquí que le dijera hola, pero esas escenas por Dios que me llegaron hasta el hueso. Creo que aunque Santiago aún no es contagiado por ningún virus que extermine a los seres humanos uno puede llegar a sentirse así de solo. Así de miserable.
La película resultó ser absolutamente distinta a lo que yo esperaba, resultó que salí del cine sintiéndome sola, miserable, con ganas de abrazar a mi gato, de reordenar mi vida y sobretodo: de tener un pastor alemán. Después de haberme sentido miserable, como el propio Robert Neville (Will Smith) emitiendo mensajes al mundo en busca de un ser humano que pueda hacerle compañía, pensé en lo parecida que es la ciencia ficción con la realidad. Pensé en lo solos que estamos a veces. En esa soledad infinita que de vez en cuando parece ahogarnos.
Al final de cuentas me pareció buena, pero no puedo dejar de recalcar que el final fue lo peor que pudieron hacerle a esa película que tenía mucho más que dar. Al salir del cine y comentar la película me enteré que era una novela escrita hace años donde la razón de todo resultó ser absolutamente distinta, y me pareció que para los que esperaban la película por el libro debieron haberse sentido muy decepcionados. Nunca entendí por qué habían leones y hasta peces en las piscinas –ni cagando se habían escapado del zoológico, como me dijeron por ahí-, me molestó que los humanoides tuvieran un líder –me recordó a esa sobrevalorada película “la tierra de los muertos vivos”- y que terminara con una moraleja religiosa que en ningún caso tenía lugar –no tuvieron más tiempo los guionistas para pensar algo mejor?- por lo que la película no se llevó mi máxima admiración, pero de que me tocó hasta lo último de mis emociones, sí, lo hizo. Y puta que me dolió…
“Me llamo Robert Neville. Soy un superviviente que vive en la ciudad de Nueva York. Estoy transmitiendo en toda la banda de AM. Estaré en el puerto de South Street todos los días al mediodía: cuando el sol está más alto. Si hay alguien ahí… quien sea… si hay alguien ahí puedo proporcionar comida, refugio y seguridad. Si hay alguien ahí… quien sea… por favor… no estás solo”.