27 de abril de 2009
Aún allí...
A un mes de haber visto a Radiohead en vivo –y dos veces-, me siento del todo incapaz de olvidarlo, superarlo, y seguir con mi vida como lo era antes del concierto. Imposible. Y es una suerte cuando la mayoría de los pilares de tu vida se van deshaciendo y no te quedan más que los recuerdos y la imaginación para hacer de tu vida diaria algo más tolerable. Y te encuentras de pronto, viajando en metro por Santiago, con los audífonos metidos en las orejas escuchando Radiohead y evocando todos esos pequeños detalles que hacen que uno se sienta allí otra vez, gritando y saltando mientras luchas por mantenerte de pie cuando un mar de gente igual de emocionada que tú, intenta lo mismo. Y es increíble entonces escuchar 15 Step en el metro y acordarme de cuando hablábamos con el Felipe para matar el tiempo antes del concierto y me contaba de un tipo que se comía los mocos mientras estábamos parados en medio de la multitud esperando el show y entonces se apagan las luces y tú ya sabes que va a empezar y los nervios y la emoción empiezan a apoderarse de ti y de todos antes de que aparezca la banda a tomar sus posiciones y empezar con 15 Step y todo se revuelve y Felipe se desaparece entre la gente y yo siento cómo me voy en las mareas de gente de un lado a otro y a veces no toco el suelo y a veces siento cómo mis zapatillas se rompen y me tiran el pelo y Thom empieza a cantar How come I end up where I started? how come I end up where I went wrong? Y todos gritan muertos de histeria y piensas mierda no puede ser! No puedo estar escuchando Radiohead en vivo! Y quieres morir de placer pero también quieres vivir para contarlo y sientes ganas de llorar y te emocionas tanto que te duele el esófago y piensas que si en ese momento te cayera un rayo del cielo ni siquiera lo sentirías. Y cuando se acaba 15 step y piensas que lo peor ya pasó suenan las guitarras potentes de Airbag y sabes que no mereces tanto, que es demasiado para un sólo día y entonces te vas, se te nublan los pensamientos y tienes un orgasmo tan terriblemente despiadado y eficaz que te desvaneces con cada sonido, con cada detalle, gritando “I am back to save the universe!!!!!” mientras te partes la garganta a gritos y sabes, tienes la total y absoluta certeza, de que estás en el paraíso. No hay dudas. Radiohead es el sinónimo exacto de la vida eterna en la tierra. Y no puedes simular la sonrisa que te cruza la cara cuando vas en el metro y sientes todo eso con sólo concentrarte dos segundos y volver allí, a la bendita pista atlética un 26 y 27 de marzo, te ríes y los ojos se te nublan de nuevo y el hombre que va a tu lado te mira discreto e intrigado y en el pendrive aparece Weird Fishes y ves Santiago pasando como un videoclip imaginario frente a tus ojos y cómo los postes de la luz pasan al son de la guitarra y notas, como una revelación divina frente a tus ojos, que eres feliz. Que después de haber estado dos días viendo a Radiohead, cantando sus canciones y bailando con Thom Yorke hace un mes atrás, no puedes no serlo, aunque todo sea malo en tu vida, viste a Radiohead, no puedes no ser feliz después de eso.
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